martes, 6 de mayo de 2008

LO MÁS ÍNTIMO DE DIOS MISMO Juan 1:1-18

El Espíritu nos presenta a Cristo, como lo más íntimo de Dios mismo, el unigénito
Hijo en el seno del Padre. Nos certifica que todas “las cosas fueron
hechas por Él y sin el nada de lo que ha sido hecho fue hecho (v. 3). “Él es la
imagen del Dios invisible... y todas las cosas en Él subsisten” (Colosenses
1:15,17). La Apocalipsis le llama: El Todopoderoso.
Es necesario pararse en lo que el Espíritu nos revela de Aquel a quien el Padre ha
puesto como nuestro Salvador. Debemos tener muy claro en quien depositamos nuestra
confianza. Porque no hay nadie más sublime e íntimo para el Padre, que Su unigénito
Hijo, Jesucristo; por tanto nuestra fe en Él nunca se puede sentir frustrada. Él
es Todopoderoso para hacer en nosotros la voluntad del Padre, y es el íntimo de Dios
para manifestar en nosotros mismos el amor del Padre.
Él es la Vida...
y “la Luz verdadera que alumbra a todo hombre” (v. 9).
Este es el testimonio de Dios, el que tiene al Hijo tiene la vida. ¿Qué le ha pasado al
hombre para preferir las tinieblas a la Luz, la muerte en delitos y pecados a la vida
íntima con el Hijo en Dios? Es el misterio de la iniquidad que le encadenó al pecado
de su carne. Le cegó de tal manera que fue incapaz de reconocer a su Hacedor, ya que
está escrito: “En el mundo estaba, y el mundo por Él fue hecho; pero el mundo no le
conoció” (v. 10).
El Hacedor no se desentiende de su obra, de su mundo hecho por Él, pero el mundo
sí se desentiende de su Hacedor. Es un completo desconocido para el mundo. “A lo
suyo vino, y los suyos no le recibieron” (v. 11). Incluso, dentro de ese mundo, el pueblo
de Israel, como su pueblo elegido, tampoco le recibió.
Este mundo que tan dado es a aplaudir a sus líderes, no se entera, no recibe al Rey de
reyes, Hacedor de todo cuanto existe y sin Él nada subsiste. El hombre es tan dado a
ver la vanagloria de sí mismo, que no ve la gloria de su Hacedor que le rodea.
La Palabra de Dios nos dice que unos pocos le recibieron. ¿Y cómo le recibieron?
Creyendo en Él por Su Palabra. Le aceptaron como su único Salvador de todos sus
pecados y miserias. Y “Él les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (v. 12).
Él es el único que da esa potestad, ese poder ser hijos de Dios. No lo consigues porque
seas de sangre real o noble, como muchos titulan su propia sangre. Ni porque
sacrifiques tu carne con penitencias y disciplinas, y hagas más noble tu propia carne.
Ni por tu voluntad ni por voluntad de otros, que te dicen: si haces esto y lo otro eres
hijo de Dios.
Los hijos de Dios son engendrados de Dios (v. 13)...
Ni la sangre, ni la carne, ni la voluntad de varón hace hijos de Dios. Por tanto mienten,
quienes dicen que todos somos hijos de Dios. Todos somos criaturas de Dios,
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pero sólo son hijos de Dios, los que son engendrados de Dios por la fe en Su Hijo,
Jesucristo. Si no recibes a Cristo como tu único y perfecto Salvador, con qué potestad
te llamas hijo de Dios.
Recibe primero a Cristo, y después verás que en ti se ha realizado ese nacer de Dios.
No serás tú, entonces, el que te titules hijo de Dios, sino que el Espíritu mismo da testimonio
a tu espíritu, de que eres hijo de Dios, ... y también heredero de Dios y coheredero
con Cristo (Romanos 8:16-17).
¿Tendrás tú derecho alguno por tu sangre, por lo que hagas en tu carne o por tu propia
voluntad a ser heredero de Dios y coheredero con Cristo? No te engañes a ti
mismo ni te dejes engañar, por los que te animan a poner tu confianza en las buenas
obras de tu propia carne para ser heredero de Dios.
“La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios” (1 Corintios 15:50).
Por eso el apóstol Pablo afirma: “Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del
Hijo de Dios, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).
Si no vives en la fe del Hijo de Dios, jamás vivirá Cristo en ti y tampoco serás hijo
de Dios, ni heredero de Dios.
Nadie se puede llamar cristiano de verdad, si Cristo no vive en él. Cristo dice: “Por
sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). “El que permanece en Mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).
Nadie puede llevar frutos para vida eterna, si Cristo no está en él; nada puedes hacer
que sea grato ante el Dios Eterno, si no permaneces en Cristo.
“De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (v. 16).
Tú nada puedes ofrecer a Dios, sino recibir con corazón contrito y humillado la ofrenda
que Cristo ha hecho por ti al Padre: “Porque de Su plenitud tomamos todos, y gracia
sobre gracia”. No hay ninguna otra persona por medio de la cual puedas obtener
gracia alguna ante Dios. Ni por ti mismo, ni por sacerdotes, ni por “santos” ni vírgenes.
Sólo Cristo es la fuente de la vida de la cual tu puedes beber hasta saciarte. Sólo
Él calma tu sed. Todos los demás son cisternas secas, charcas de espejismos humanos,
que sólo sirven para ocultar la fuente de agua Viva, Cristo, “de su plenitud tomamos
todos, y gracia sobre gracia”.
Aquellos que no toman de la plenitud de Cristo toda gracia, pretenden adornar sus
propias fuentes con el cumplimiento de la ley. Pero esa ley fue para un tiempo, “antes
que viniese la fe” (Gálatas 3:23).
“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron
por medio de Jesucristo” (v. 17).
Es un error funesto tener a los hombres bajo la ley, como si no estuviésemos en el
tiempo de la gracia. “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley,
sino por la fe de Jesucristo” (Gálatas 2:16).
La “gracia y la verdad” vinieron por medio de Jesucristo, y no hay ningún otro mediador
o mediadora de la gracia que sea conforme a la verdad de Dios. Las palabras,
“gracia y verdad”, están unidas a Jesucristo por voluntad del Padre Eterno. Y nadie
que una, gracia y verdad, a otras personas, aunque se llamen vírgenes y santos, esta-
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rá de acuerdo con la verdad de Jesucristo.
El hombre por la fe en Cristo recibe la gracia del perdón de todos sus pecados, penas
y miserias, y la vida eterna; pero jamás será mediador de la gracia para otros. Porque
sólo de la plenitud de Cristo tomamos todos, y gracia sobre gracia (v. 16).
Vista la actitud de la Iglesia Católica, parece que no tiene suficiente con la plenitud
de Cristo para toda gracia, ya que recurren a María y la proclaman medianera de todas
las gracias, cayendo así en total contradicción con la Palabra de Dios. Entiendo que
se apoyan en razonamientos filosóficos, pero estos razonamientos llevan a sus fieles
a la idolatría, y a apartarse de la plenitud de la gracia de Cristo.
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le
ha dado a conocer” (v. 18).
Cristo es el único que conoce la voluntad del Padre para con nosotros y todos sus propósitos
respecto de nosotros. Todo aquel que contradiga, lo que Cristo nos ha revelado
del Padre y de Su salvación por la fe, está suplantando a Cristo.
Nos quieren demostrar que su fantasía y razonamiento es más de fiar que, lo que el
unigénito Hijo vio y convivió en el seno del Padre. Por eso Cristo nos dice: lo que sé
eso os hablo, y lo que he visto, éso os testifico (Juan 3:11).
Hay muchos que sin saber, porque nunca estuvieron en la intimidad de Dios; y sin
haber visto, porque jamás vieron a Dios ni recibieron su amor, sin embargo quieren
que recibamos su testimonio. ¿No es esto lo que hacen muchos líderes religiosos e
incluso iglesias, en especial la iglesia papal?
¿Qué garantía nos ofrece el líder o el Papa, que habla desde la tierra acerca de Dios y
su Plan de salvación, cuando contradicen la Palabra del Unigénito Hijo de Dios que
vio y convivió en el seno del Padre?
¿Qué puede añadir o quitar el Papa, de lo que nos ha dado a conocer Cristo, que “está
en el seno del Padre”?
¿No es una pura fantasía religiosa y humana hablar como infalible, de lo que no vio
ni conoció? Y máxime cuando esas afirmaciones niegan lo que Cristo afirma haber
visto y conocido, y que confirma Su Palabra.
Todo esto nos lleva a recapitular diciendo que sin Cristo el hombre nada puede saber
ni conocer de Dios. Y sin Cristo no puede salvarse. Cristo es la Luz verdadera que
alumbra a todo hombre que cree en Él. Estad firmes en la fe y la Luz de Cristo os
alumbrará.
Ni mundo, ni el que es del mundo, recibirá a Cristo. Un día ese mundo llevará el castigo
de su desprecio al que tiene todo poder en los cielos y en la tierra. Y nosotros, los
que le recibimos, seremos manifestados con Él en gloria (Colosenses 3:4).
Mientras ese día llega, permanezcamos por la fe en Cristo, para recibir de su plenitud,
día tras día, gracia sobre gracia, sin apartarnos de este Camino de Santidad, porque en
Él por torpe que seas no te extraviarás (Isaías 35:8).
Cristo es el camino a la casa del Padre, Él ha ido a preparar lugar para nosotros
(Juan 12:2).
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Juan 1:1-18
El Espíritu nos presenta a Cristo, como lo más íntimo de Dios mismo, el unigénito
Hijo en el seno del Padre. Nos certifica que todas “las cosas fueron
hechas por Él y sin el nada de lo que ha sido hecho fue hecho (v. 3). “Él es la
imagen del Dios invisible... y todas las cosas en Él subsisten” (Colosenses
1:15,17). La Apocalipsis le llama: El Todopoderoso.
Es necesario pararse en lo que el Espíritu nos revela de Aquel a quien el Padre ha
puesto como nuestro Salvador. Debemos tener muy claro en quien depositamos nuestra
confianza. Porque no hay nadie más sublime e íntimo para el Padre, que Su unigénito
Hijo, Jesucristo; por tanto nuestra fe en Él nunca se puede sentir frustrada. Él
es Todopoderoso para hacer en nosotros la voluntad del Padre, y es el íntimo de Dios
para manifestar en nosotros mismos el amor del Padre.
Él es la Vida...
y “la Luz verdadera que alumbra a todo hombre” (v. 9).
Este es el testimonio de Dios, el que tiene al Hijo tiene la vida. ¿Qué le ha pasado al
hombre para preferir las tinieblas a la Luz, la muerte en delitos y pecados a la vida
íntima con el Hijo en Dios? Es el misterio de la iniquidad que le encadenó al pecado
de su carne. Le cegó de tal manera que fue incapaz de reconocer a su Hacedor, ya que
está escrito: “En el mundo estaba, y el mundo por Él fue hecho; pero el mundo no le
conoció” (v. 10).
El Hacedor no se desentiende de su obra, de su mundo hecho por Él, pero el mundo
sí se desentiende de su Hacedor. Es un completo desconocido para el mundo. “A lo
suyo vino, y los suyos no le recibieron” (v. 11). Incluso, dentro de ese mundo, el pueblo
de Israel, como su pueblo elegido, tampoco le recibió.
Este mundo que tan dado es a aplaudir a sus líderes, no se entera, no recibe al Rey de
reyes, Hacedor de todo cuanto existe y sin Él nada subsiste. El hombre es tan dado a
ver la vanagloria de sí mismo, que no ve la gloria de su Hacedor que le rodea.
La Palabra de Dios nos dice que unos pocos le recibieron. ¿Y cómo le recibieron?
Creyendo en Él por Su Palabra. Le aceptaron como su único Salvador de todos sus
pecados y miserias. Y “Él les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (v. 12).
Él es el único que da esa potestad, ese poder ser hijos de Dios. No lo consigues porque
seas de sangre real o noble, como muchos titulan su propia sangre. Ni porque
sacrifiques tu carne con penitencias y disciplinas, y hagas más noble tu propia carne.
Ni por tu voluntad ni por voluntad de otros, que te dicen: si haces esto y lo otro eres
hijo de Dios.
Los hijos de Dios son engendrados de Dios (v. 13)...
Ni la sangre, ni la carne, ni la voluntad de varón hace hijos de Dios. Por tanto mienten,
quienes dicen que todos somos hijos de Dios. Todos somos criaturas de Dios,
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pero sólo son hijos de Dios, los que son engendrados de Dios por la fe en Su Hijo,
Jesucristo. Si no recibes a Cristo como tu único y perfecto Salvador, con qué potestad
te llamas hijo de Dios.
Recibe primero a Cristo, y después verás que en ti se ha realizado ese nacer de Dios.
No serás tú, entonces, el que te titules hijo de Dios, sino que el Espíritu mismo da testimonio
a tu espíritu, de que eres hijo de Dios, ... y también heredero de Dios y coheredero
con Cristo (Romanos 8:16-17).
¿Tendrás tú derecho alguno por tu sangre, por lo que hagas en tu carne o por tu propia
voluntad a ser heredero de Dios y coheredero con Cristo? No te engañes a ti
mismo ni te dejes engañar, por los que te animan a poner tu confianza en las buenas
obras de tu propia carne para ser heredero de Dios.
“La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios” (1 Corintios 15:50).
Por eso el apóstol Pablo afirma: “Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del
Hijo de Dios, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).
Si no vives en la fe del Hijo de Dios, jamás vivirá Cristo en ti y tampoco serás hijo
de Dios, ni heredero de Dios.
Nadie se puede llamar cristiano de verdad, si Cristo no vive en él. Cristo dice: “Por
sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). “El que permanece en Mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).
Nadie puede llevar frutos para vida eterna, si Cristo no está en él; nada puedes hacer
que sea grato ante el Dios Eterno, si no permaneces en Cristo.
“De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (v. 16).
Tú nada puedes ofrecer a Dios, sino recibir con corazón contrito y humillado la ofrenda
que Cristo ha hecho por ti al Padre: “Porque de Su plenitud tomamos todos, y gracia
sobre gracia”. No hay ninguna otra persona por medio de la cual puedas obtener
gracia alguna ante Dios. Ni por ti mismo, ni por sacerdotes, ni por “santos” ni vírgenes.
Sólo Cristo es la fuente de la vida de la cual tu puedes beber hasta saciarte. Sólo
Él calma tu sed. Todos los demás son cisternas secas, charcas de espejismos humanos,
que sólo sirven para ocultar la fuente de agua Viva, Cristo, “de su plenitud tomamos
todos, y gracia sobre gracia”.
Aquellos que no toman de la plenitud de Cristo toda gracia, pretenden adornar sus
propias fuentes con el cumplimiento de la ley. Pero esa ley fue para un tiempo, “antes
que viniese la fe” (Gálatas 3:23).
“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron
por medio de Jesucristo” (v. 17).
Es un error funesto tener a los hombres bajo la ley, como si no estuviésemos en el
tiempo de la gracia. “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley,
sino por la fe de Jesucristo” (Gálatas 2:16).
La “gracia y la verdad” vinieron por medio de Jesucristo, y no hay ningún otro mediador
o mediadora de la gracia que sea conforme a la verdad de Dios. Las palabras,
“gracia y verdad”, están unidas a Jesucristo por voluntad del Padre Eterno. Y nadie
que una, gracia y verdad, a otras personas, aunque se llamen vírgenes y santos, esta-
7
rá de acuerdo con la verdad de Jesucristo.
El hombre por la fe en Cristo recibe la gracia del perdón de todos sus pecados, penas
y miserias, y la vida eterna; pero jamás será mediador de la gracia para otros. Porque
sólo de la plenitud de Cristo tomamos todos, y gracia sobre gracia (v. 16).
Vista la actitud de la Iglesia Católica, parece que no tiene suficiente con la plenitud
de Cristo para toda gracia, ya que recurren a María y la proclaman medianera de todas
las gracias, cayendo así en total contradicción con la Palabra de Dios. Entiendo que
se apoyan en razonamientos filosóficos, pero estos razonamientos llevan a sus fieles
a la idolatría, y a apartarse de la plenitud de la gracia de Cristo.
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le
ha dado a conocer” (v. 18).
Cristo es el único que conoce la voluntad del Padre para con nosotros y todos sus propósitos
respecto de nosotros. Todo aquel que contradiga, lo que Cristo nos ha revelado
del Padre y de Su salvación por la fe, está suplantando a Cristo.
Nos quieren demostrar que su fantasía y razonamiento es más de fiar que, lo que el
unigénito Hijo vio y convivió en el seno del Padre. Por eso Cristo nos dice: lo que sé
eso os hablo, y lo que he visto, éso os testifico (Juan 3:11).
Hay muchos que sin saber, porque nunca estuvieron en la intimidad de Dios; y sin
haber visto, porque jamás vieron a Dios ni recibieron su amor, sin embargo quieren
que recibamos su testimonio. ¿No es esto lo que hacen muchos líderes religiosos e
incluso iglesias, en especial la iglesia papal?
¿Qué garantía nos ofrece el líder o el Papa, que habla desde la tierra acerca de Dios y
su Plan de salvación, cuando contradicen la Palabra del Unigénito Hijo de Dios que
vio y convivió en el seno del Padre?
¿Qué puede añadir o quitar el Papa, de lo que nos ha dado a conocer Cristo, que “está
en el seno del Padre”?
¿No es una pura fantasía religiosa y humana hablar como infalible, de lo que no vio
ni conoció? Y máxime cuando esas afirmaciones niegan lo que Cristo afirma haber
visto y conocido, y que confirma Su Palabra.
Todo esto nos lleva a recapitular diciendo que sin Cristo el hombre nada puede saber
ni conocer de Dios. Y sin Cristo no puede salvarse. Cristo es la Luz verdadera que
alumbra a todo hombre que cree en Él. Estad firmes en la fe y la Luz de Cristo os
alumbrará.
Ni mundo, ni el que es del mundo, recibirá a Cristo. Un día ese mundo llevará el castigo
de su desprecio al que tiene todo poder en los cielos y en la tierra. Y nosotros, los
que le recibimos, seremos manifestados con Él en gloria (Colosenses 3:4).
Mientras ese día llega, permanezcamos por la fe en Cristo, para recibir de su plenitud,
día tras día, gracia sobre gracia, sin apartarnos de este Camino de Santidad, porque en
Él por torpe que seas no te extraviarás (Isaías 35:8).
Cristo es el camino a la casa del Padre, Él ha ido a preparar lugar para nosotros
(Juan 12:2).

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